la dignidad de los sefardies
Capítulo
9
Cuando Alain Duple gritó
aquel ¡Dios mío!, yo caí derrumbado sobre la silla que me había dado reposo
durante los últimos días, al comprobar la información que figuraba en la parte
posterior de las fichas.
Gerard también se
quedo vacio, como si la esperanza hubiera desaparecido súbitamente.
Tras un silencio de
unos minutos, me levanté de la silla y le dije a Gerard que no podíamos perder
más tiempo en lamentaciones y que ahora nos tocaba cotejar los datos que
habíamos encontrado.
Cogí la primera
ficha, que era la de Francisco
Feijoo Da Pinto y ante Gerard y Alain Duple leí en voz alta los datos de los
hombres a los que habíamos estado buscando con tanto empeño y cuál había sido
su destino final.
Al principio, me tembló un poco la
voz, a la vista de lo poco de luz y de lo mucho negativo que habíamos podido
ver en las fichas de ellos.
En la parte delantera estaban los
datos, de los cuales teníamos constancia, y en la parte trasera figuraba la fecha de su ingreso en el
Campo: el día 14 de febrero de 1942.
A renglón seguido indicaba su destino
final en alemán: “muerto en intento de evasión” el día 11 de Junio de 1943.
Es decir que tras más de un año de
sufrimientos, Francisco Feijoo no consiguió salir vivo de Natzweiler-Struthof.
Al menos parecía que lo había intentado y ello le costó la vida.
Deposité la ficha de Francisco Feijoo
de nuevo sobre la mesa.
Tomé a continuación la ficha personal
de Marcelino
Esteve Ruiz, el segundo de nuestros hombres. Al igual que la primera la leí en
voz alta. El Republicano, especialista en comunicaciones, había ingresado en
Natzweiler-Struthof el mismo día que Francisco Feijoo el 14 de febrero de 1942
y su destino final indicaba “ahorcado” por orden de F. Ulm el día 12 de Junio
de 1943.
- Gerard, Alain, os dáis cuenta. Francisco Feijoo no
consiguió huir del Campo y justo un día después Friederich Ulm mandó ahorcar a
Marcelino… ¡El mismo día que envió el mensaje de advertencia a Serafín y que yo
encontré! – les comenté sobrecogido.
- Lo sabemos, Ramón.
Hemos oído tantas historias acerca de la gente que hubo en este Campo que no te
podrías creer la mitad de ellas – me contestó Alain Duple.
- ¡Y el que debe
firmar esta orden de ahorcamiento es Friederich Ulm! Lo digo por las siglas.
Miré entonces a
Gerard y éste permaneció con la cabeza agachada mientras me hacía gestos
afirmativos con la cabeza, sin querer mirarme a los ojos.
Alain cuando vio la
situación, me hizo un gesto con la mano para que continuara leyendo el resto de
la información sobre aquellos hombres.
Tomé entre mis
manos, temeroso, la ficha de Jesús Rebollo Merodio, el Dentista republicano. Comprobé que la fecha de
ingreso en Natzweiler-Struthof era la misma que la de Francisco Feijoo y la de
Marcelino, el día 14 de Febrero de 1942. A continuación comprobé que a Jesús le
había aguardado el mismo destino que Marcelino, ahorcado por orden de F. Ulm el
día 12 de Junio de 1943.
- Hemos leído mas de la mitad de las
fichas y de momento, hemos perdido a todos los hombres que teníamos Ramón. Te
das cuenta de lo cruel y terrible que era Friederich Ulm… ¿Verdad? Porque está
claro que él fue quien dio órdenes de colgar a Marcelino y a Jesús. Eso esta
claro, ¿no? – me decía Gerard, con el rostro descompuesto como la primera vez
que le mencioné la palabra Arbeitdiensfuhrer.
- Continuemos. Quizá en estos dos
hombres que nos quedan este la pista y la esperanza que necesitamos para
continuar esta aventura – comenté intentando aportar la calma que necesitábamos
desesperadamente.
- Continúa, Ramón, continúa.- me dijo
Alain Duple con rostro serio y preocupado.
Deposité la ficha de Jesús sobre la
mesa y tome entre las manos la de Samuel Llevia el rabino-Sanitario sefardí,
leyendo sus datos en voz alta. Pude observar que su fecha de ingreso en el
Campo de Concentración era posterior a la de Francisco Feijoo, Marcelino y
Jesús.
Samuel había ingresado el día 27 de octubre de 1942 en el Campo de
Concentración, o sea, unos meses más tarde que el resto de los hombres que
teníamos delante, pero cuando continué leyendo la ficha, pude ver que Samuel
había sido el primero de todos nuestros hombres en morir. Ocurrió el día 10 de
junio de 1943. Figuraba como anotación “ejecutado por desobediencia” y la orden
cómo no, era de Friederich Ulm.
Miré al cielo clamando un poco de
justicia ante tanta adversidad. No era normal que hubiera viajado tantos
kilómetros para que ninguno de nuestros hombres hubiera conseguido escapar del
horror. O, al menos, eso deseaba con lo más profundo de mi alma. Porque si no
era así, ¿qué sentido tendría el mensaje que le enviaban? Otra cosa es que no hubiera
conseguido llegar nunca a leerlo. Lo íbamos a comprobar a continuación.
Dejé la ficha de Samuel y tomé entre
las manos la de Serafín.
En esta ocasión no hablé, tan sólo leí
entre líneas antes de dar la información a Alain y Gerard, que aguardaban nerviosos.
Serafín había ingresado el mismo día
que Marcelino, Jesús y Francisco Feijoo en el Campo de Concentración de
Natzweiler-Struthof, el día 14 de febrero de 1942. Serafín, según indicaba su
ficha a continuación, era considerado “evadido” del Campo de Concentración con
fecha 11 de junio de 1943.
- ¡Evadido! ¡Evadido! - les grité a
Alain y a Gerard.
Ambos saltaron como un resorte de sus
sillas. Nos fundimos todos en un abrazo, gritando locos de alegría, como si la
vida nos hubiera ido en todo aquello. Aquella alegría, gritos y abrazos
reflejaban la incertidumbre y los malos ratos que habíamos pasado ante tanta
duda acumulada.
Mientras tanto Alain tomó la ficha en
sus manos y verificó que lo que yo decía era correcto. Su rostro se ilumino
mientras leía.
“Serafín Cifuentes Pigazos –
ingreso 14 de febrero de 1942 – anotación: FLUCHTIG, día 11 de junio de 1943 “.
Fluchtig en alemán, era un preso
fugado.
Un hueco a la esperanza asomaba por
detrás de los nubarrones que nos habían perseguido en las últimas horas.
Nos sentamos los tres, pasado ya el
rato de emociones, intentando recapitular y reconstruir lo que había ocurrido
con ellos y cuál había sido el resultado final. Era necesario centrar las ideas
y organizar el embrollo de datos que había.
- Bien. Tenemos absolutamente claro
que dados los datos de ingreso y fallecimiento existió una relación directa
entre todos ellos – comenté a Gerard y Alain duple, tomando un bolígrafo y
anotando en un folio en blanco los siguientes datos, mientras hablaba con ambos.
- Veamos pues, lo que tenemos hasta
ahora claro en toda esta montaña de datos.
1º - El primero en morir fue Samuel
Llevia el día 10 de Junio de 1943, ejecutado por desobediencia por F. Ulm.
2º - El segundo en morir fue Francisco
Feijoo al día siguiente el 11 de junio de 1943, pero indica que fue “muerto en
intento de evasión” y ese mismo día Serafín Cifuentes Pigazos tiene anotado
en su ficha personal que consiguió evadirse o huir indicándolo en su ficha como
Fluchtig, preso fugado.
3º - Al día siguiente, 12 de junio de
1943, Marcelino Esteve Ruiz y Jesús Rebollo Merodio mueren ambos ahorcados en
el Campo de Natzweiler-Struthof, cómo no, por orden de Friederich Ulm. No
obstante, suponemos que Marcelino, conocedor del desenlace que les esperaba a
él y a Jesús, envía el siguiente mensaje codificado a Serafín, con no se qué
objetivo:
"Serafín huye. Arbeitsdiensfuhrer
nos ha descubierto y va en tu búsqueda. Esconde la dignidad de los sefardíes en
mi pueblo. Un abrazo de Jesús y mío”
El mensaje está datado e interceptado
por la Resistencia, el día que ambos fallecen, el 12 de Junio de 1943.
4º - La lógica dice que este mensaje
le da la orden a Serafín de encaminarse al pueblo de Marcelino, para esconder
algo que ellos llaman “la dignidad de los sefardíes”. El pueblo de Marcelino es
Calahorra que esta en La Rioja ,
por lo tanto se supone que Serafín, si recibió correctamente el mensaje, debió
encaminarse hacia ese lugar.
Ahora yo os preguntó a ambos… Samuel
Llevia era sefardí ¿les pudo entregar algo a los otros compañeros para
depositarlo en España? ¿Qué os parece?
Fue Gerard quien se lanzó a dar su
opinión:
- Yo pienso que él no les entregó
nada. Creo simplemente, a mi parecer, que su muerte desencadenó la decisión del
resto del grupo de intentar la fuga. Quizá leyendo sus fichas, sus destinos y
quien los mandó matar a algunos de ellos, decidieron que era el momento de
intentarlo y lo hicieron. Aunque por lo visto en las fichas de Marcelino y
Jesús y el mensaje que enviaron a Serafín, ambos debían tener claro cuál iba a
ser su final y así sucedió. Debían tener un contacto directo con Friederich
Ulm, el Arbeitdiensfuhrer y aquello debió de ser una tortura. Hasta que un día
y de eso sabes tú, Ramón, que tengo conocimiento propio, aquel hombre negro
desapareció para siempre y por lo que tengo en claro ahora, creo que debió de
partir desde este Campo de Natzweiler-Struthof en busca de Serafín. No puedo
imaginar lo que Serafín se llevaba del Campo, eso llamado “la dignidad de los
sefardíes”, pero para que Friederich Ulm saliera en su busca, debía ser algo de
mucho valor o haberse sentido muy traicionado. Todo esto lo comento por el
resumen de lo visto hasta ahora y por el conocimiento propio, por lo que tuve
que sufrir aquí, conociendo al asesino de Friederich Ulm, el Arbeitdiensfuhrer.
- Apoyo tu tesis, maestro. – le dijo
Alain Duple.
- No seré yo quien ponga en tela de
juicio tu resumen, Gerard. Nadie mejor que tú para hacer un resumen perfecto. –
contesté uniéndome a Alain Duple en sus opiniones.
- A partir de ahora, entonces… ¿Que
tienes pensado hacer? – me preguntó Gerard, como marcando una línea final.
Sonreí agachando la cabeza, mientras
pensaba qué le iba a contestar al viejo sabio. Respire profundamente y
conteste.
- A partir de ahora, voy en busca de
Serafín… a Calahorra en la
Rioja. Tengo claro que empecé a buscarlos por una mera
curiosidad, pero después de todo esto hasta que no termine no me detendré…
- Quizá existe un pequeño detalle que
se te escapa, amigo Ramón – me dijo sonriendo Gerard – vas en busca de Serafín,
pero y si en vez de encontrarlo a él, encuentras a Friederich Ulm…
- Pero… - me detuve unos instantes
recapacitando y aquella era una más que probable lógica y cabían bastantes
posibilidades de que así fuera.
- No hay peros. Friederich Ulm es un
asesino que se libró de los juicios de Niuremberg, porque desapareció y nadie
lo encontró jamás. Probablemente porque debió vivir bajo otra identidad y ha
conseguido subsistir así durante años. Asegúrate incluso que si, por causas del
destino, encuentras a Serafín, éste no sea Friederich Ulm, suplantando su
personalidad. Dios no lo quiera. Pero aun así, si te encuentras con ese
asesino, ya sabes que debes comunicarlo de inmediato a la policía…
- Lo prometo, andaré con lo ojos
abiertos. Hasta ahora no había pensado en esa posibilidad, ni remotamente…
- Sabe mas el diablo por viejo, que
por diablo… - terminó de decirme Gerard – Aquel cabrón del Arbeitdiensfuhrer
nos hizo sufrir, pero también nos convirtió en supervivientes.
- ¿Os parece bien que nos vayamos a
comer?… Yo invito - Alain Duple era quien se ofrecía a tan amable
acontecimiento.
- Gracias Alain, pero soy yo quien
invitará a ambos. – apuntó Gerard – pues a Ramón ya no le debe de quedar nada
de tiempo para estar entre nosotros, una vez concluida la investigación aquí. Y
ese placer de invitar a la comida debe de tenerlo Marianne, que ya le ha tocado
dar de comer a este señor más de un día…
- ¡Y cualquiera dice que no, con la
mano que tiene! - le contesté.
Así que entre risas y alegrías,
cerramos la oficina de trabajo y nos pusimos en marcha con el coche de alquiler
hacia el domicilio de Gerard y Marianne.
Cuando llegamos los tres, Marianne se
sorprendió e incluso se mostró preocupada por lo inesperado de la visita.
- Los muchachos que han rogado y rogado
para que les invitara a gozar de tu mesa. Ya sabes como son… - dijo Gerard, intentando explicar a Marianne
la situación.
- Pero ¿Qué os preparo yo a estas
horas? – nos preguntaba.
- Cualquier cosa es bienvenida,
Marianne. No te compliques, si quieres me lio yo en la cocina… - le comenté.
- Territorio vetado. Es el único lugar
donde mando yo, así que la presencia masculina no es bienvenida, a no ser… a la
hora de fregar que, por supuesto, se admiten voluntarios. – nos dijo Marianne.
Ninguno de los tres contestamos,
haciéndonos los locos.
- No tenía que prepararos nada,
desagradecidos. – nos dijo echándonos al salón.
Nos sentamos a charlar largo y tendido
sobre todo lo que nos había acontecido en los últimos días, desde que había
llegado a Rothau.
Cuando nos quisimos dar cuenta,
Marianne se presentó ante nosotros con la comida ya preparada y nos puso al
orden para que colocáramos la mesa.
Por fin, una vez estuvimos todos
sentados, se bendijo la mesa y comenzamos a cenar. Gerard comentó a Marianne
que ya habíamos concluido la tarea de investigación que me habia llevado hasta
el Campo de Natzweiler–Struthof.
- ¿Pero ya nos vas a dejar, Ramón? –
preguntó levemente desencantada por la noticia.
- Queda mucha faena, Marianne. He
prometido a tu marido que llamaría por teléfono dando noticias sobre cómo
marchan las investigaciones y, por supuesto, a Alain también. Esto sólo ha sido
un primer paso… ahora veremos lo que el mundo y la historia nos depara. Este es
un primer paso en esta busqueda, que sin vuestra ayuda me hubiera sido
imposible dar. Gracias por vuestro tiempo y dedicación.
- Gracias a ti, Ramón. Primero, por
desempolvar el viejo baúl de los recuerdos. Segundo, por mantener viva la
historia de lo que sucedió en Natzweiler-Struthof. Y tercero, por conseguir que
el mundo no olvide… y si encima eres capaz, de encontrar al asesino Friederich
Ulm, entonces… - dudó unos instantes, Gerard, buscando la expresión apropiada –
entonces un monumento, un monumento.
- Ese os lo merecéis vosotros – apuntó
Alain, levantando la copa de vino, en el momento más oportuno y con las
palabras más oportunas.
Departimos durante la comida con
Marianne sobre lo que habíamos conseguido encontrar en los archivos del Campo,
constatando que la aventura no había hecho mas que empezar y que el camino iba
a ser más largo y complicado de lo que parecía en un principio.
Luego me hizo jurar que pasaría en
alguna ocasión a visitarlos. Prometí que cuando todo aquello hubiera terminado,
yo regresaría para verlos.
- No te creo, golfo – me dijo Marianne.
Me encogí de hombros y la dejé con la
eterna duda.
Cuando terminamos de comer, abracé a
Marianne con el alma, dándole gracias por todo lo vivido a lo largo de aquellos
días, sus siempre amables palabras y su consuelo siempre oportuno ante las dificultades.
- Ve con Dios, Ramón – fueron sus
últimas palabras antes de que nos subiéramos en el coche, cargado ya con mi
equipaje, de regreso al Campo.
Durante el breve recorrido hacia el
Campo de Concentración, Gerard, Alain Duple y yo, guardamos silencio. Un
silencio que reflejaba todo lo vivido.
Nos pusimos nuevamente a trabajar en
el barracón, colocando las fichas en el orden en el que estaban originalmente y
dejando todo tal y como lo encontré a mi llegada.
Introduje todos los datos que tenía
pendientes en mi ordenador y comprobé que tenía todas las fotocopias de las
fichas de aquellos hombres, hasta días antes desconocidos, en mi poder, para
futuras y posibles comprobaciones que me pudieran surgir.
Alain Duple se había marchado ya un
rato antes a su despacho, para terminar de supervisar como iban las visitas del
día y a las que, por motivos obvios, había dejado abandonadas, pero con gentes
de su confianza en su labor.
- Y ahora, ¿qué vas a hacer, Ramón? –
me preguntó Gerard.
- Pues coche hasta Estrasburgo y a
buscar algún vuelo barato de última hora que me lleve a Paris o a Madrid…
- No me refiero a eso Ramón, tú sabes
de lo que te hablo. – me volvió a insistir Gerard.
Le miré a los ojos y sonreí ante la
insistencia en su pregunta.
- Te prometo Gerard, que voy a buscar
hasta en el ultimo lugar de la tierra a Serafín… y si con lo que me encuentro
es Friederich Ulm, tu serás el primero en saberlo. Pero te prometo que no
cejaré hasta tener las cosas claras… no desistiré, si es lo que te preocupa.
Se fundió en un abrazo conmigo, el
cual era por si mismo significativo. Era todo un agradecimiento, una despedida
sin palabras.
Recogí junto a Gerard, todo el
material de la oficina y lo llevamos hasta el coche donde guardé todos los
documentos, mi agenda y el ordenador. Luego pasé por el despacho de Alain Duple
para en un sincero saludo de agradecimiento, despedirme de él y ofrecerle la
posibilidad de visitarme en mi despacho de la Universidad Complutense de
Madrid.
- No te olvides de llamarnos con los
resultados de la investigación, por favor.
Ese fue el expreso deseo que me pidió
Alain Duple, tras conocernos y demostrar su más que apreciada colaboración para
con mi persona.
Salimos del despacho y le dije a
Gerard que me acompañara en un último paseo por las instalaciones, cosa a la
cual, como siempre, accedió encantado.
Me dirigí directamente hacia el lugar
donde estaba la horca, deteniéndome justo bajo sus pies.
Miré la soga como lo hice el primer
día que visité el Campo de Natzweiler-Struthof. Lo que marcaba la diferencia en
esta ocasión es que no tenía que hacerme la pregunta que realicé cuando la
contemplé por primera vez. En esta ocasión sabia que aquella soga le había
costado la vida a dos de los hombres a los que iba buscando. Marcelino y Jesús.
Miré al rostro de Gerard con una
sonrisa irónica, conocedor como era ya del destino de aquellos compatriotas, y
tan solo fui capaz de esbozar una frase:
- ¡Maldito seas Friederich Ulm, estés
donde estés! ¡Maldito seas!