la dignidad de los sefardies
Capítulo
7
Cuando Gerard regresó de la oficina
principal se aproximó hasta donde me encontraba, con la fotocopia de la ficha
en una mano y el original en la otra.
- Perdón Ramón, por mis emociones hace
un rato. Colocaremos aparte la ficha y así cuando recojamos mas información la
uniremos para ver si las piezas encajan ¿te parece bien hacerlo así, verdad? –
me comentó Gerard.
- Así es. Iremos recopilando toda la
información que nos sea posible de esas fichas y luego poco a poco iremos
eliminando objetivos. – le contesté.
A lo largo de la jornada seguimos
rebuscando una por una, emtre las montoneras de fichas que existían,
consiguiendo tener muchas dudas sobre posibles prisioneros españoles o con
apellido español, pero finalmente, ninguna de ellas terminaba de encajar con lo
que buscábamos.
El trabajo era lento y complicado
pero, poco a poco, y con la inestimable ayuda de Gerard, iba viendo la luz al
final del túnel en mi búsqueda.
A última hora de la tarde, antes de
retirarnos, fue cuando de repente tuve una ficha en mis manos que me llamó la
atención. No era la ficha de un soldado español. Era la ficha de un prisionero
portugués.
Llamé a Gerard que corrió raudo a mi
vera para analizar conmigo el documento. La vieja ficha contenía los siguientes
datos, que leí en alto a Gerard:
“Francisco Feijoo Da Pinto – nacido el
29 de julio de 1.913 en Lisboa (Portugal) – profesión: Marino Mercante –
destino: unidad servicios de mantenimiento Natzweiler-Struthof - Prisionero
tatuado nº 88/759392 – Republicano Portugués.”
Una amplia sonrisa nos cubrió el
rostro a ambos, pues sin duda alguna había una conexión entre las fichas que
habíamos encontrado. Poco a poco estábamos consiguiendo descifrar o complicar
aun más toda la busqueda.
- Ves Gerard, entre estos dos hombres
debió de existir alguna conexión. Tienen números de prisioneros
identificativos, prácticamente contiguos. Nos falta una pieza del puzzle que
debería encajar entre ambos…
- Sin duda estamos en el buen camino.
Pero te pediré un favor personal. Yo llevo muchos años sosteniendo estas fichas
entre mis manos. Prácticamente las conozco de memoria. Hasta ahora, cuando has
encontrado una ficha sólo has observado la parte de adelante que es donde
figuran los datos personales del prisionero. Te ruego que continuemos en esa
línea de investigación. La parte trasera de la ficha, a la que no has prestado
atención alguna hasta ahora, indica cuál ha sido la fecha de ingreso en el
Campo y el destino final del prisionero… continúa sin leerlo por favor. Primero
llenemos el baúl de la esperanza de alegría y optimismo y, finalmente, cuando
tengamos todo ubicado, veremos si el esfuerzo que hemos realizado merece la
pena ¿Te parece bien, Ramón?
- Por supuesto. Prometo no mirar en
ningún momento la parte trasera de la ficha, hasta que tengamos situados a los
que buscamos. Luego tú y yo comprobaremos si el destino ha sido generoso…
Su cara no me transmitió mucho
optimismo, pero no podía negarme bajo ningún pretexto a lo que me pedía con el
alma en vilo. Supuse que con el comentario efectuado por Gerard alguna de las
noticias no serian muy esperanzadoras, pero sin su colaboración la realización
me hubiera sido imposible o mucho más lenta y dura.
Tomó la ficha entre sus manos, la
observó unos instantes y me preguntó:
- ¿Fotocopia Ramón?
-
Fotocopia Gerard.
Partió del barracón y se encaminó a
realizar la fotocopia que utilizaríamos desde aquel momento para intentar no
dañar el archivo original de fichas.
Tomé nuevamente entre mis manos la
ficha de aquel hombre llamado Jesús, que habíamos encontrado con anterioridad.
La observé en silencio unos instantes.
“Jesús Rebollo Merodio – nacido el 3
de Mayo de 1.910 en Belmonte de San José (Teruel) España – profesión:
Médico-Dentista – destino: Servicio Médico Natzweiler-Struthof. Prisionero
tatuado nº 88/759394 – Republicano Español”.
Durante unos breves instantes tuve la
tentación de dar la vuelta a la fotocopia y ver el destino final de aquel
hombre, pero recordé que había prometido a Gerard esperar hasta el final de
nuestra búsqueda y no podía decepcionar a alguien como él. Pura voluntad.
Gerard regresó con la fotocopia ya
realizada, nos sentamos ambos juntos en la misma mesa y colocando ambas fichas
sobre la mesa, intentamos cavilar.
- Debían conocerse Gerard. La lógica
dice que si ambos están tatuados con un número de prisionero y encima tan
cercano, ambos debían conocerse.
- Eso creo yo también, pero… ¿Quién
puede ser el que falta entre los números de ambos prisioneros?
- Todo apunta que debe de ser otro de
los hombres que buscamos Gerard. Recuerde usted el mensaje que me ha traído
hasta aquí, para encontrarme ahora con usted mirando estos datos: "Serafín
huye. Arbeitsdiensfuhrer nos ha descubierto y va en tu búsqueda. Esconde la
dignidad de los sefardíes en mi pueblo. Un abrazo de Jesús y mío". 12 de junio de 1943. Tenemos una ficha con el nombre de
Jesús y otra con el nombre de Francisco Feijoo… quizá fuera este último quien
escribiera este mensaje que le enseño…
- Me extraña. Si te vuelves a fijar en
los datos de la parte frontal de la ficha de Francisco Feijoo, él está
destinado a la Unidad de Servicios de Mantenimiento del Campo, con lo que el
acceso a los servicios de comunicación para enviar un mensaje le eran
imposibles… tenemos que seguir buscando. El hombre que falta en medio de la
numeración de ambos es la clave de todo esto…
- Probablemente tengas razón Gerard.
Pero ya es tarde por hoy. Vayámonos a descansar y mañana volvemos a la pelea.
Termino de introducir los datos de este portugués en mi ordenador y nos vamos.
¿Te parece bien?
- Perfecto.
Dejamos todo colocado y preparado para
continuar al día siguiente y, una vez tuve
guardados todos los datos, cogimos el coche y nos fuimos al domicilio de
Gerard.
Dada la hora que era Marianne ya nos
aguardaba, plena de alegría y ánimos.Como siempre, nos preguntó como nos había
ido a lo largo del día.
- No ha estado mal cariño – le
contestó Gerard – hasta el punto de no haberte echado en falta…
Marianne le golpeó en la espalda con
gesto risueño, conocedora del carácter de Gerard.
- Muy bien Marianne. Vamos despacito
pero con muy buena letra. Desde luego lo que está claro es que la labor no es
tan sencilla como yo la pintaba o creía…
- Paciencia Ramón, paciencia. ¿Acaso
piensas que eres tú el primero que ha venido
hasta aquí haciendo cientos de preguntas? – contestó Gerard.
- No creo.
- Pues yo si he visto cientos de
personas, con cientos de preguntas sin respuestas, por desgracia. Así que
nosotros de momento vamos de maravilla.
- Mirándolo bien llevamos dos días
completos mirando fichas y recabando datos. Hemos conseguido hasta ahora dos
posibles hombres y según mis conclusiones, me falta uno más… por lo menos.
- Así me gusta, que ambos seáis chicos
optimistas – dijo Marianne – Ahora al salón que he preparado ya la
merienda-cena, que sé que los españoles sois de los que cenáis tarde y no
quiero obligarte...
- Tal y como cocinas Marianne, yo como
a cualquier hora. – la contesté poniendo cara de chico bueno ante la mirada de
Gerard que nuevamente me reprobaba diciéndome.
- ¡Pelota!
Encogí los hombros y me tiré como los
tigres a la mesa.
Las horas que pasaba en la oficina
buscando y buscando me abrían el apetito.
Aquella noche departimos sobre España,
mis amigos, mi trabajo y la obsesión que me había traído hasta aquel remoto y
olvidado lugar de Rothau. Por supuesto, invité a Marianne y Gerard a pasar por
Madrid, donde yo seria su anfitrión. Prometieron que a la primera oportunidad
que tuvieran lo harían encantados.
Aquella era una pareja curiosa. Gente
rodada pero llena de vitalidad y con el corazón lleno de sentimientos nobles y
puros.
Al igual que la noche anterior me
retiré a dormir pronto, no sin antes quedar nuevamente con Gerard a primera
hora para continuar la labor. Ya incluso sabia que no hacia falta decir nada.
Gerard y Marianne cuando yo me levantara, estarían ambos dispuestos. Marianne a
sus faenas habituales, la buena mujer. Gerard aguardando impaciente que
comenzáramos otra jornada.
Nuevamente el
apetecible desayuno que habia preparado Marianne me llenó el hueco del estómago
que no paraba de rugir a primera hora de la mañana. Bollería y café satisfacían
por demás las exigencias de cualquiera.
Cogimos el coche y
nos pusimos camino hacia el Campo de Concentración. Cuando llegamos a las
puertas pudimos ver que Alain Duple ya había llegado a las instalaciones y
estaba abriendo la puerta de entrada.
- Buenos días
Señores. ¿Cómo marchan las cosas? ¿Puedo ayudarles?
- Buenos días Alain
– contestamos casi al unísono ambos.
- Si quieres y estás
dispuesto a revisar ficha a ficha con nosotros, ya sabes, tenemos sitio donde
colocarte – le dijo Gerard.
- Claro, claro y
mientras tanto... ¿del Museo quién se ocupa, amigo mío?
- ¡Ah! No haberte
ofrecido tan de buen gusto… así, a primera hora de la mañana.
- Te lo tomas todo
al pie de la letra. Menos mal que te conozco… ¿Pero que va a pensar de mí
Ramón? – comentó Alain mirándome.
- Pues que te
apetece muy poco ponerte a revisar unas 22.000 fichas a mano, una por una, y
menos a estas horas de la mañana. – le dije.
- Parece que me
conoces bien en los pocos días que llevas entre nosotros, Ramón – me contestó
Alain con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.
- Hala pues, cada
mochuelo a su olivo – comentó entonces Gerard, sin saber cómo tomarnos el
comentario ni Alain ni yo, cruzándonos una mirada entre ambos y una sonrisa
como resumen del comentario.
Nos dispusimos a
lanzarnos nuevamente en busca de la ficha perdida y localizar a los prisioneros
que buscábamos lo antes que nos fuera posible. Si es que estaban sus datos
entre aquel montón de fichas…
Casi había pasado
toda la mañana cuando Gerard esbozó una sonrisa que le llegaba de oreja a
oreja. Yo levanté en aquel momento la mirada del montón de fichas en el que
andaba buscando y pude ver su cara de alegría de medio lado.
- Lo tengo… ven aquí
– fueron sus palabras.
- ¿Que tienes el
qué, Gerard?
- Creo que es el
eslabón perdido del que hablábamos ayer, mira.
Puso sobre su mesa
la ficha y ambos comenzamos a leer los datos que figuraban en ella:
“Marcelino Esteve
Ruiz – nacido el 17 de
noviembre de 1.906 en Calahorra (La
Rioja ) España – profesión: Ingeniero de Comunicaciones –
destino: Unidad de Comunicaciones Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº
88/759393 – Republicano Español.”
Nos miramos durante un instante en silencio
y nos fundimos en un abrazo de alegría, conscientes de que aquel hombre era
realmente uno de los que me había llevado hasta allí, e incluso la persona que
tuvo posibilidades reales de enviar aquel extraño y misterioso mensaje.
- Es la persona que encaja en este
rompecabezas. El es el hombre que estábamos buscando como locos, Gerard.
- Eso creo Ramón. Este hombre, según
indica su ficha, sí tenía posibilidades de acceder a los sistemas de
comunicación de este Campo de Concentración. Y si no te has dado cuenta, su
número de prisionero tatuado es justo el que se sitúa entre el primero que
encontramos, Jesús, y el portugués de la segunda ficha que encontramos más
tarde, Francisco Feijoo.
- Y además hemos conseguido aclarar
dos cosas más. La primera es que sólo nos queda por localizar al último hombre
que figura en el mensaje, ese tal Serafín o, al menos, eso creo, porque con la
sorpresa del portugués no contábamos. Además, para alegría mía, ya conozco
hasta el lugar hacia el que se encaminó ese tal Serafín cuando recibió el
mensaje, si es que lo recibió: Calahorra.
- Eso lo sabremos a ciencia cierta,
cuando demos la vuelta a esa ficha que tienes en la mano. – me comento Gerard.
- No. Ya sabes lo que te prometí…
hasta que no aparezcan todos los hombres que buscamos, no daremos la vuelta a
sus fichas para saber qué ha sido de ellos y para saber, realmente, si toda esta aventura no empieza y
termina aquí. Dios quiera que no terminara antes de empezar. Ahora vamos a
seguir el procedimiento habitual, fotocopia de la ficha, meto los datos al
ordenador y nos ponemos nuevamente a la faena, que aun nos queda por localizar
al tal Serafín y con ello terminamos…
- Voy raudo a hacer la fotocopia y
regreso para continuar.
- Gracias, Gerard.
- Gracias a ti por abrir las puertas y
haber desempolvado el viejo armario de mi alma… - contestó saliendo por la
puerta.
Me quede tirado
pensando el trabajo que me estaban dando aquellos españoles desconocidos, que
por una cuestión del destino habían entrado en mi vida. Coloqué las tres fichas
sobre la mesa junto a la copia del mensaje cifrado que encontré en Paris e
intenté hacer el resumen de ideas, intentando aclarar qué había conseguido
hasta el momento. Otra conclusión era que no sabía lo que se habían traído
entre manos aquellos españoles y un portugués, pero que se suponía que el tal
Serafín había conseguido escapar de aquel Campo de Concentración y por ello le
enviaban un mensaje diciéndole que un tal Friederich Ulm había salido en su
busca y captura. Pero, ¿consiguió librarse? ¿Hasta dónde llegó?... demasiadas
preguntas que debían empezar a tener una respuesta. Todo esto si aparecía la
ficha del tal Serafín…
El sonido de la
puerta fue el que me aclaró las ideas y me devolvió a la realidad. Era Gerard
que regresaba con la fotocopia. Se dio cuenta que andaba metido en mil ideas
que revoloteaban a mi alrededor.
- ¿Qué andas
pensando? – me preguntó.
- Lo cerca que
andamos. Tanto viaje y tanto trabajo para vete a saber qué consecuencias. Me da
algo de miedo conocer la verdad…
- Bueno, sea lo que
sea, si esta aventura sale mas allá de las puertas de Natzweiler-Struthof… me
mantendrás informado ¿verdad? – preguntó.
Sonreí mirándole a
la cara de buena persona que tenía, marcada por la vida y el odio, pero con el
rostro sin rencor.
- Tú y Marianne
seréis los primeros en saber la verdad, o el desenlace, si esto llega a algo…
Le pasé la mano por
encima del hombro y al ver mi gesto, me dijo:
- Venga déjate de
mimos y vamos a buscar a Serafín.
Dicho y hecho, nos
lanzamos como posesos a terminar la faena, buscando los datos del hombre que
cerraba aquella historia.
Perdimos el día
entero y no conseguimos ningún dato más sobre algún otro español y tampoco
sobre Serafín.
Nos retiramos
aquella tarde con la extraña sensación de habernos aproximado un poco más al objetivo, pero sin llegar a
conseguirlo del todo.
También nos
preocupaba la cantidad de fichas que nos quedaban por repasar. Aquella cantidad
nos suponía, como mucho, media jornada mas de trabajo y si Serafín u otro
español no aparecían en aquella montonera de fichas, era o porque no existían
datos sobre ellos, con lo que se me complicaba la posible investigación, o
habíamos pasado de largo la ficha, con lo que nos tocaría volver a revisar la
montaña de datos, nuevamente de principio a fin, complicándose todo.
Marianne, cuando
llegamos a casa, debió de notarnos las dudas en la cara y preguntó
incesantemente a ambos como nos marchaban las cosas. Las dudas que se generaban
ante la situación que vivíamos tras tanto trabajo, no nos hacían ser resolutivos
a la hora de darle una respuesta a Marianne.
- Vamos a ver
muchachos, cónclave… - nos llamó al orden a ambos.
- ¿Qué ocurre? –
volvió a preguntarnos nuevamente en busca de la respuesta que no llegó en la
primera ocasión.
- Andamos cerca,
Marianne y eso nos genera a ambos dudas y preocupación sobre cómo va a terminar
todo esto… - le dije.
- Pues ¡cómo queréis
que termine!. De maravilla. La historia de miles de personas que nadie ha
recordado durante años, han pasado por vuestras manos. Cada una de esas fichas
es la vida de un ser humano que quizá cayó en el olvido para siempre, sin que
sus familias tengan conocimiento de lo que fue de él. Vosotros dos, cabezones,
habéis destapado ese tarro, dejando que entre aire fresco y de esa manera nadie
olvide lo que pasó en el Campo de Concentración. Que consigáis encontrar a
todos los que buscáis, no es más que un objetivo. Vosotros ya sabéis que hubo
unos españoles que sufrieron, vivieron o murieron en este lugar y con esa
información yo ya me daría por contento. Regresaría a mi casa, si no consigo
nada más, hablaría con orgullo de unos hombres que dieron, con valentía, su
vida por unos principios.
Nos miramos Gerard y
yo con cara incrédula. Marianne tenía el don de la palabra oportuna,
consiguiendo que todo se transformara a su alrededor en optimismo e ilusión.
- Entiendes ahora
por que me quedé aquí, amigo Ramón. Por ella.
- Mereció la pena,
Gerard. Mereció la pena.
Aquellas palabras
nos infundieron la calma necesaria para que pudiéramos afrontar el día siguiente
plenos de optimismo e ilusión.
Así lo hicimos,
madrugamos como siempre, desayunamos ambos junto a Marianne y cuando salimos
camino del Campo de Concentración, Marianne nos plantó dos besos en la mejilla
a cada uno y partimos con la sensación de un final cercano.
Nos pusimos pronto a
la búsqueda de la ficha de Serafín, intentando cerrar el círculo lo antes que
nos fuera posible, pero la cosa se fue complicando poco a poco. A medida que
veíamos bajar la cantidad de fichas que nos quedaban por revisar, nuestra
desesperación crecía, olvidando las palabras que Marianne nos había dicho.
Tras cuatro horas de
búsqueda y cuando nos quedaban por revisar unas cien fichas solamente, Gerard
fue quien se topó con la ficha del hombre que nos había llevado hasta allí.
- Ramón, ¡aquí está!
– gritó, levantándose del asiento y saltando de alegría. – pero… ¡aquí hay otra
ficha, pegada a ésta!
Acudí como el rayo
junto a su vera y entre los nervios, los abrazos y los saltos no éramos capaces
de atisbar los datos de las fichas. Le temblaba tanto el pulso que tuve que
decirle que dejara las fichas sobre la mesa.
Hice entonces un
primer intento de separar ambas fichas y leer los datos, pero me di cuenta que
ese honor debía cedérselo al hombre que había colaborado desinteresadamente
conmigo, día a día, para encontrar lo que venia buscando.
- Todo tuyo, Gerard.
El honor te toca a tí y Dios quiera que sean el o los hombres que buscamos.
Se secó la comisura
de los labios, presa de los nervios, y separó ambas fichas tirando con suavidad para evitar que se rompiese ninguna de las
dos. Una vez libres una de la otra, comenzó a leer la primera ficha.
- “Serafín Cifuentes
Pigazos - Nacido el 1 de
febrero de 1.912 en Caravaca de la
Cruz (Murcia) España – Profesión: Abogado – Destino: Unidad Servicios
de Mantenimiento Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 3813/157 –
Republicano Español.”
Ambos nos miramos atónitos,
sorprendidos, pues había cosas que indicaban claramente que debía ser el hombre
que buscábamos, pero su número de prisionero nos descabalaba las ideas
preconcebidas.
- Tiene que ser él… ¿No te parece,
Gerard?
- Creo que sí pero, ya sabes, ahora
son todo dudas. ¿Y ese número de prisionero que te parece a ti? ¿No coincide
con los otros, verdad? – me preguntaba mirándome.
- No lo sé. Me estoy liando con tanto
jaleo.
- Vale. Qué hago ahora… ¿Leo la
segunda ficha, la que estaba pegada?
- Sí, sí. Mira a ver quién es… - le
contesté.
- “Samuel Llevia – Nacido el 18 de
Abril de 1897 en Mechelen (Bélgica) – Profesión: Rabino-Médico – Destino:
Servicio Médico Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 88/759395 – Sefardí
Español”.
Aquello nos volvío un poco más locos e
incrédulos de lo que ya estábamos. Otro nombre que unir al grupo y encima un
Sefardí. ¿Qué pintaba aquel hombre en toda esta historia?
- ¿Te has dado cuenta Ramón que su
número es correlativo?
Con un gesto de la cabeza le dije que
sí, luego me eché las manos a la cabeza para sujetar tanta información
contenida en tan poco tiempo.
- Bien, tranquilicémonos, como dice
Marianne. Vamos a dejar estas dos fichas aquí apartadas del resto y terminamos
de buscar entre las pocas fichas que quedan ya. Para asegurarnos que no queda
otro Serafín. ¿Te parece?.
Nuevamente asentí con la cabeza y nos
pusimos en la faena de terminar de ver las pocas fichas que nos quedaban.
Tardamos unos diez minutos más en terminar de revisar la totalidad.
Cuando terminamos, Gerard incrédulo y
nervioso, se marchó a hacer la correspondiente fotocopia de la fichas. Yo me
quedé, mientras tanto, colocando sobre la mesa, todas las fotocopias que ya
teniamos de las fichas que habíamos encontrado y observando los datos de la
parte frontal de la ficha. En pocos minutos daríamos la vuelta a aquellas
fichas y sabríamos con certeza qué había sido de aquellos hombres…
Cuando regresó con las fotocopias y las
fichas, le acompañaba Alain Duple. Este entró junto a Gerard y me preguntó:
- Me ha dicho Gerard que ya habéis
terminado de revisar las fichas y vais a ver que ha sido de ellos… ¿os importa
que esté con vosotros?
- Por supuesto, Alain. Encantados.
Siéntate – le contesté.
Gerard me paso las
dos fotocopias y las coloqué, junto con el resto, con cuidado sobre la mesa.
Cinco nombres, cinco prisioneros, una sola historia…
Revisamos con
cuidado todos los datos de la parte frontal buscando la lógica. No fue difícil
de encontrar el nexo común entre aquellos hombres: sus números de prisioneros.
Optamos por
colocarlos en orden y dejamos al único que no tenía número correlativo con el
resto como el ultimo en colocar.
El resumen era el siguiente:
1º - “Francisco Feijoo Da Pinto –
nacido el 29 de julio de 1.913 en Lisboa (Portugal) – profesión: Marino Mercante –
destino: Unidad Servicios de Mantenimiento Natzweiler-Struthof - Prisionero
tatuado nº 88/759392 – Republicano Portugués.”
2º - “Marcelino
Esteve Ruiz – nacido el
17 de noviembre de 1.906 en Calahorra (La Rioja ) España – profesión: Ingeniero de
Comunicaciones – destino: Unidad de Comunicaciones Natzweiler-Struthof -
Prisionero tatuado nº 88/759393 – Republicano Español.”
3º - “Jesús Rebollo Merodio – nacido
el 3 de Mayo de 1.910 en Belmonte de San José (Teruel) España – profesión:
Médico-Dentista – destino: Servicio Médico Natzweiler-Struthof. - Prisionero
tatuado nº 88/759394 – Republicano Español”.
4º - “Samuel Llevia – Nacido el 18 de
Abril de 1897 en Mechelen (Bélgica) – Profesión: Rabino/Sanitario – destino:
Servicio Médico Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 88/759395 – Sefardí
Español”.
5º - “Serafín
Cifuentes Pigazos - nacido
el 1 de febrero de 1.912 en Caravaca de la Cruz (Murcia) España – profesión: Abogado –
destino: Unidad Servicios de Mantenimiento Natzweiler-Struthof - Prisionero
tatuado nº 3813/157 – Republicano Español.”
Permanecimos los
tres un momento observando las fichas. Miré el rostro de Gerard y éste me hizo
un gesto afirmativo con la cabeza, diciéndome: “adelante”.
Hice girar las 5
fotocopias de las fichas a la vez, hasta dejar su parte trasera boca arriba.
Se hizo un silencio
que nos envolvió a los tres… como si la sala súbitamente se hubiera quedado vacía
de ideas e ilusiones.
Alain Duple fue
quien rompió el gélido silencio, diciendo:
- ¡Dios mío!
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