lunes, 29 de febrero de 2016

la dignidad de los sefardies - capitulo 7


la dignidad de los sefardies
Capítulo 7

Cuando Gerard regresó de la oficina principal se aproximó hasta donde me encontraba, con la fotocopia de la ficha en una mano y el original en la otra.

- Perdón Ramón, por mis emociones hace un rato. Colocaremos aparte la ficha y así cuando recojamos mas información la uniremos para ver si las piezas encajan ¿te parece bien hacerlo así, verdad? – me comentó Gerard.

- Así es. Iremos recopilando toda la información que nos sea posible de esas fichas y luego poco a poco iremos eliminando objetivos. – le contesté.

A lo largo de la jornada seguimos rebuscando una por una, emtre las montoneras de fichas que existían, consiguiendo tener muchas dudas sobre posibles prisioneros españoles o con apellido español, pero finalmente, ninguna de ellas terminaba de encajar con lo que buscábamos.

El trabajo era lento y complicado pero, poco a poco, y con la inestimable ayuda de Gerard, iba viendo la luz al final del túnel en mi búsqueda.

A última hora de la tarde, antes de retirarnos, fue cuando de repente tuve una ficha en mis manos que me llamó la atención. No era la ficha de un soldado español. Era la ficha de un prisionero portugués.

Llamé a Gerard que corrió raudo a mi vera para analizar conmigo el documento. La vieja ficha contenía los siguientes datos, que leí en alto a Gerard:

“Francisco Feijoo Da Pinto – nacido el 29 de julio de 1.913 en Lisboa (Portugal) – profesión: Marino Mercante – destino: unidad servicios de mantenimiento Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 88/759392 – Republicano Portugués.”

Una amplia sonrisa nos cubrió el rostro a ambos, pues sin duda alguna había una conexión entre las fichas que habíamos encontrado. Poco a poco estábamos consiguiendo descifrar o complicar aun más toda la busqueda.

- Ves Gerard, entre estos dos hombres debió de existir alguna conexión. Tienen números de prisioneros identificativos, prácticamente contiguos. Nos falta una pieza del puzzle que debería encajar entre ambos…

- Sin duda estamos en el buen camino. Pero te pediré un favor personal. Yo llevo muchos años sosteniendo estas fichas entre mis manos. Prácticamente las conozco de memoria. Hasta ahora, cuando has encontrado una ficha sólo has observado la parte de adelante que es donde figuran los datos personales del prisionero. Te ruego que continuemos en esa línea de investigación. La parte trasera de la ficha, a la que no has prestado atención alguna hasta ahora, indica cuál ha sido la fecha de ingreso en el Campo y el destino final del prisionero… continúa sin leerlo por favor. Primero llenemos el baúl de la esperanza de alegría y optimismo y, finalmente, cuando tengamos todo ubicado, veremos si el esfuerzo que hemos realizado merece la pena ¿Te parece bien, Ramón?

- Por supuesto. Prometo no mirar en ningún momento la parte trasera de la ficha, hasta que tengamos situados a los que buscamos. Luego tú y yo comprobaremos si el destino ha sido generoso…

Su cara no me transmitió mucho optimismo, pero no podía negarme bajo ningún pretexto a lo que me pedía con el alma en vilo. Supuse que con el comentario efectuado por Gerard alguna de las noticias no serian muy esperanzadoras, pero sin su colaboración la realización me hubiera sido imposible o mucho más lenta y dura.

Tomó la ficha entre sus manos, la observó unos instantes y me preguntó:

- ¿Fotocopia Ramón?

-  Fotocopia Gerard.

Partió del barracón y se encaminó a realizar la fotocopia que utilizaríamos desde aquel momento para intentar no dañar el archivo original de fichas.     

Tomé nuevamente entre mis manos la ficha de aquel hombre llamado Jesús, que habíamos encontrado con anterioridad. La observé en silencio unos instantes.

“Jesús Rebollo Merodio – nacido el 3 de Mayo de 1.910 en Belmonte de San José (Teruel) España – profesión: Médico-Dentista – destino: Servicio Médico Natzweiler-Struthof. Prisionero tatuado nº 88/759394 – Republicano Español”.

Durante unos breves instantes tuve la tentación de dar la vuelta a la fotocopia y ver el destino final de aquel hombre, pero recordé que había prometido a Gerard esperar hasta el final de nuestra búsqueda y no podía decepcionar a alguien como él. Pura voluntad.

Gerard regresó con la fotocopia ya realizada, nos sentamos ambos juntos en la misma mesa y colocando ambas fichas sobre la mesa, intentamos cavilar.

- Debían conocerse Gerard. La lógica dice que si ambos están tatuados con un número de prisionero y encima tan cercano, ambos debían conocerse.

- Eso creo yo también, pero… ¿Quién puede ser el que falta entre los números de ambos prisioneros?

- Todo apunta que debe de ser otro de los hombres que buscamos Gerard. Recuerde usted el mensaje que me ha traído hasta aquí, para encontrarme ahora con usted mirando estos datos: "Serafín huye. Arbeitsdiensfuhrer nos ha descubierto y va en tu búsqueda. Esconde la dignidad de los sefardíes en mi pueblo. Un abrazo de Jesús y mío". 12 de junio de 1943. Tenemos una ficha con el nombre de Jesús y otra con el nombre de Francisco Feijoo… quizá fuera este último quien escribiera este mensaje que le enseño…

- Me extraña. Si te vuelves a fijar en los datos de la parte frontal de la ficha de Francisco Feijoo, él está destinado a la Unidad de Servicios de Mantenimiento del Campo, con lo que el acceso a los servicios de comunicación para enviar un mensaje le eran imposibles… tenemos que seguir buscando. El hombre que falta en medio de la numeración de ambos es la clave de todo esto…

- Probablemente tengas razón Gerard. Pero ya es tarde por hoy. Vayámonos a descansar y mañana volvemos a la pelea. Termino de introducir los datos de este portugués en mi ordenador y nos vamos. ¿Te parece bien?

- Perfecto.

Dejamos todo colocado y preparado para continuar al día siguiente y, una vez tuve  guardados todos los datos, cogimos el coche y nos fuimos al domicilio de Gerard. 

Dada la hora que era Marianne ya nos aguardaba, plena de alegría y ánimos.Como siempre, nos preguntó como nos había ido a lo largo del día.

- No ha estado mal cariño – le contestó Gerard – hasta el punto de no haberte echado en falta…

Marianne le golpeó en la espalda con gesto risueño, conocedora del carácter de Gerard.

- Muy bien Marianne. Vamos despacito pero con muy buena letra. Desde luego lo que está claro es que la labor no es tan sencilla como yo la pintaba o creía…

- Paciencia Ramón, paciencia. ¿Acaso piensas que  eres tú el primero que ha venido hasta aquí haciendo cientos de preguntas? – contestó Gerard.

- No creo.

- Pues yo si he visto cientos de personas, con cientos de preguntas sin respuestas, por desgracia. Así que nosotros de momento vamos de maravilla.

- Mirándolo bien llevamos dos días completos mirando fichas y recabando datos. Hemos conseguido hasta ahora dos posibles hombres y según mis conclusiones, me falta uno más… por lo menos.

- Así me gusta, que ambos seáis chicos optimistas – dijo Marianne – Ahora al salón que he preparado ya la merienda-cena, que sé que los españoles sois de los que cenáis tarde y no quiero obligarte...

- Tal y como cocinas Marianne, yo como a cualquier hora. – la contesté poniendo cara de chico bueno ante la mirada de Gerard que nuevamente me reprobaba diciéndome.

- ¡Pelota!

Encogí los hombros y me tiré como los tigres a la mesa.

Las horas que pasaba en la oficina buscando y buscando me abrían el apetito.

Aquella noche departimos sobre España, mis amigos, mi trabajo y la obsesión que me había traído hasta aquel remoto y olvidado lugar de Rothau. Por supuesto, invité a Marianne y Gerard a pasar por Madrid, donde yo seria su anfitrión. Prometieron que a la primera oportunidad que tuvieran lo harían encantados.

Aquella era una pareja curiosa. Gente rodada pero llena de vitalidad y con el corazón lleno de sentimientos nobles y puros.

Al igual que la noche anterior me retiré a dormir pronto, no sin antes quedar nuevamente con Gerard a primera hora para continuar la labor. Ya incluso sabia que no hacia falta decir nada. Gerard y Marianne cuando yo me levantara, estarían ambos dispuestos. Marianne a sus faenas habituales, la buena mujer. Gerard aguardando impaciente que comenzáramos otra jornada.

Nuevamente el apetecible desayuno que habia preparado Marianne me llenó el hueco del estómago que no paraba de rugir a primera hora de la mañana. Bollería y café satisfacían por demás las exigencias de cualquiera.

Cogimos el coche y nos pusimos camino hacia el Campo de Concentración. Cuando llegamos a las puertas pudimos ver que Alain Duple ya había llegado a las instalaciones y estaba abriendo la puerta de entrada.

- Buenos días Señores. ¿Cómo marchan las cosas? ¿Puedo ayudarles?

- Buenos días Alain – contestamos casi al unísono ambos.

- Si quieres y estás dispuesto a revisar ficha a ficha con nosotros, ya sabes, tenemos sitio donde colocarte – le dijo Gerard.

- Claro, claro y mientras tanto... ¿del Museo quién se ocupa, amigo mío?

- ¡Ah! No haberte ofrecido tan de buen gusto… así, a primera hora de la mañana.

- Te lo tomas todo al pie de la letra. Menos mal que te conozco… ¿Pero que va a pensar de mí Ramón? – comentó Alain mirándome.

- Pues que te apetece muy poco ponerte a revisar unas 22.000 fichas a mano, una por una, y menos a estas horas de la mañana. – le dije.

- Parece que me conoces bien en los pocos días que llevas entre nosotros, Ramón – me contestó Alain con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.

- Hala pues, cada mochuelo a su olivo – comentó entonces Gerard, sin saber cómo tomarnos el comentario ni Alain ni yo, cruzándonos una mirada entre ambos y una sonrisa como resumen del comentario.

Nos dispusimos a lanzarnos nuevamente en busca de la ficha perdida y localizar a los prisioneros que buscábamos lo antes que nos fuera posible. Si es que estaban sus datos entre aquel montón de fichas…

Casi había pasado toda la mañana cuando Gerard esbozó una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja. Yo levanté en aquel momento la mirada del montón de fichas en el que andaba buscando y pude ver su cara de alegría de medio lado.

- Lo tengo… ven aquí – fueron sus palabras.

- ¿Que tienes el qué, Gerard?

- Creo que es el eslabón perdido del que hablábamos ayer, mira.

Puso sobre su mesa la ficha y ambos comenzamos a leer los datos que figuraban en ella:

“Marcelino Esteve Ruiz – nacido el 17 de noviembre de 1.906 en Calahorra (La Rioja) España – profesión: Ingeniero de Comunicaciones – destino: Unidad de Comunicaciones Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 88/759393 – Republicano Español.”

Nos miramos durante un instante en silencio y nos fundimos en un abrazo de alegría, conscientes de que aquel hombre era realmente uno de los que me había llevado hasta allí, e incluso la persona que tuvo posibilidades reales de enviar aquel extraño y misterioso mensaje.

- Es la persona que encaja en este rompecabezas. El es el hombre que estábamos buscando como locos, Gerard.

- Eso creo Ramón. Este hombre, según indica su ficha, sí tenía posibilidades de acceder a los sistemas de comunicación de este Campo de Concentración. Y si no te has dado cuenta, su número de prisionero tatuado es justo el que se sitúa entre el primero que encontramos, Jesús, y el portugués de la segunda ficha que encontramos más tarde, Francisco Feijoo.

- Y además hemos conseguido aclarar dos cosas más. La primera es que sólo nos queda por localizar al último hombre que figura en el mensaje, ese tal Serafín o, al menos, eso creo, porque con la sorpresa del portugués no contábamos. Además, para alegría mía, ya conozco hasta el lugar hacia el que se encaminó ese tal Serafín cuando recibió el mensaje, si es que lo recibió: Calahorra.

- Eso lo sabremos a ciencia cierta, cuando demos la vuelta a esa ficha que tienes en la mano. – me comento Gerard.

- No. Ya sabes lo que te prometí… hasta que no aparezcan todos los hombres que buscamos, no daremos la vuelta a sus fichas para saber qué ha sido de ellos y para saber,  realmente, si toda esta aventura no empieza y termina aquí. Dios quiera que no terminara antes de empezar. Ahora vamos a seguir el procedimiento habitual, fotocopia de la ficha, meto los datos al ordenador y nos ponemos nuevamente a la faena, que aun nos queda por localizar al tal Serafín y con ello terminamos…

- Voy raudo a hacer la fotocopia y regreso para continuar.

- Gracias, Gerard.

- Gracias a ti por abrir las puertas y haber desempolvado el viejo armario de mi alma… - contestó saliendo por la puerta.

Me quede tirado pensando el trabajo que me estaban dando aquellos españoles desconocidos, que por una cuestión del destino habían entrado en mi vida. Coloqué las tres fichas sobre la mesa junto a la copia del mensaje cifrado que encontré en Paris e intenté hacer el resumen de ideas, intentando aclarar qué había conseguido hasta el momento. Otra conclusión era que no sabía lo que se habían traído entre manos aquellos españoles y un portugués, pero que se suponía que el tal Serafín había conseguido escapar de aquel Campo de Concentración y por ello le enviaban un mensaje diciéndole que un tal Friederich Ulm había salido en su busca y captura. Pero, ¿consiguió librarse? ¿Hasta dónde llegó?... demasiadas preguntas que debían empezar a tener una respuesta. Todo esto si aparecía la ficha del tal Serafín…

El sonido de la puerta fue el que me aclaró las ideas y me devolvió a la realidad. Era Gerard que regresaba con la fotocopia. Se dio cuenta que andaba metido en mil ideas que revoloteaban a mi alrededor.

- ¿Qué andas pensando? – me preguntó.

- Lo cerca que andamos. Tanto viaje y tanto trabajo para vete a saber qué consecuencias. Me da algo de miedo conocer la verdad…

- Bueno, sea lo que sea, si esta aventura sale mas allá de las puertas de Natzweiler-Struthof… me mantendrás informado ¿verdad? – preguntó.

Sonreí mirándole a la cara de buena persona que tenía, marcada por la vida y el odio, pero con el rostro sin rencor.

- Tú y Marianne seréis los primeros en saber la verdad, o el desenlace, si esto llega a algo…

Le pasé la mano por encima del hombro y al ver mi gesto, me dijo:

- Venga déjate de mimos y vamos a buscar a Serafín.

Dicho y hecho, nos lanzamos como posesos a terminar la faena, buscando los datos del hombre que cerraba aquella historia.

Perdimos el día entero y no conseguimos ningún dato más sobre algún otro español y tampoco sobre Serafín.

Nos retiramos aquella tarde con la extraña sensación de habernos aproximado un poco  más al objetivo, pero sin llegar a conseguirlo del todo.

También nos preocupaba la cantidad de fichas que nos quedaban por repasar. Aquella cantidad nos suponía, como mucho, media jornada mas de trabajo y si Serafín u otro español no aparecían en aquella montonera de fichas, era o porque no existían datos sobre ellos, con lo que se me complicaba la posible investigación, o habíamos pasado de largo la ficha, con lo que nos tocaría volver a revisar la montaña de datos, nuevamente de principio a fin, complicándose todo.

Marianne, cuando llegamos a casa, debió de notarnos las dudas en la cara y preguntó incesantemente a ambos como nos marchaban las cosas. Las dudas que se generaban ante la situación que vivíamos tras tanto trabajo, no nos hacían ser resolutivos a la hora de darle una respuesta a Marianne.

- Vamos a ver muchachos, cónclave… - nos llamó al orden a ambos.

- ¿Qué ocurre? – volvió a preguntarnos nuevamente en busca de la respuesta que no llegó en la primera ocasión.

- Andamos cerca, Marianne y eso nos genera a ambos dudas y preocupación sobre cómo va a terminar todo esto… - le dije.

- Pues ¡cómo queréis que termine!. De maravilla. La historia de miles de personas que nadie ha recordado durante años, han pasado por vuestras manos. Cada una de esas fichas es la vida de un ser humano que quizá cayó en el olvido para siempre, sin que sus familias tengan conocimiento de lo que fue de él. Vosotros dos, cabezones, habéis destapado ese tarro, dejando que entre aire fresco y de esa manera nadie olvide lo que pasó en el Campo de Concentración. Que consigáis encontrar a todos los que buscáis, no es más que un objetivo. Vosotros ya sabéis que hubo unos españoles que sufrieron, vivieron o murieron en este lugar y con esa información yo ya me daría por contento. Regresaría a mi casa, si no consigo nada más, hablaría con orgullo de unos hombres que dieron, con valentía, su vida por unos principios.

Nos miramos Gerard y yo con cara incrédula. Marianne tenía el don de la palabra oportuna, consiguiendo que todo se transformara a su alrededor en optimismo e ilusión.

- Entiendes ahora por que me quedé aquí, amigo Ramón. Por ella.

- Mereció la pena, Gerard. Mereció la pena.

Aquellas palabras nos infundieron la calma necesaria para que pudiéramos afrontar el día siguiente plenos de optimismo e ilusión.

Así lo hicimos, madrugamos como siempre, desayunamos ambos junto a Marianne y cuando salimos camino del Campo de Concentración, Marianne nos plantó dos besos en la mejilla a cada uno y partimos con la sensación de un final cercano.

Nos pusimos pronto a la búsqueda de la ficha de Serafín, intentando cerrar el círculo lo antes que nos fuera posible, pero la cosa se fue complicando poco a poco. A medida que veíamos bajar la cantidad de fichas que nos quedaban por revisar, nuestra desesperación crecía, olvidando las palabras que Marianne nos había dicho.

Tras cuatro horas de búsqueda y cuando nos quedaban por revisar unas cien fichas solamente, Gerard fue quien se topó con la ficha del hombre que nos había llevado hasta allí.

- Ramón, ¡aquí está! – gritó, levantándose del asiento y saltando de alegría. – pero… ¡aquí hay otra ficha, pegada a ésta!

Acudí como el rayo junto a su vera y entre los nervios, los abrazos y los saltos no éramos capaces de atisbar los datos de las fichas. Le temblaba tanto el pulso que tuve que decirle que dejara las fichas sobre la mesa.

Hice entonces un primer intento de separar ambas fichas y leer los datos, pero me di cuenta que ese honor debía cedérselo al hombre que había colaborado desinteresadamente conmigo, día a día, para encontrar lo que venia buscando.

- Todo tuyo, Gerard. El honor te toca a tí y Dios quiera que sean el o los hombres que buscamos.

Se secó la comisura de los labios, presa de los nervios, y separó ambas fichas tirando con suavidad  para evitar que se rompiese ninguna de las dos. Una vez libres una de la otra, comenzó a leer la primera ficha.

- “Serafín Cifuentes Pigazos - Nacido el 1 de febrero de 1.912 en Caravaca de la Cruz (Murcia) España – Profesión: Abogado – Destino: Unidad Servicios de Mantenimiento Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 3813/157 – Republicano Español.”

Ambos nos miramos atónitos, sorprendidos, pues había cosas que indicaban claramente que debía ser el hombre que buscábamos, pero su número de prisionero nos descabalaba las ideas preconcebidas.

- Tiene que ser él… ¿No te parece, Gerard?

- Creo que sí pero, ya sabes, ahora son todo dudas. ¿Y ese número de prisionero que te parece a ti? ¿No coincide con los otros, verdad? – me preguntaba mirándome.

- No lo sé. Me estoy liando con tanto jaleo.

- Vale. Qué hago ahora… ¿Leo la segunda ficha, la que estaba pegada?

- Sí, sí. Mira a ver quién es… - le contesté.

- “Samuel Llevia – Nacido el 18 de Abril de 1897 en Mechelen (Bélgica) – Profesión: Rabino-Médico – Destino: Servicio Médico Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 88/759395 – Sefardí Español”.

Aquello nos volvío un poco más locos e incrédulos de lo que ya estábamos. Otro nombre que unir al grupo y encima un Sefardí. ¿Qué pintaba aquel hombre en toda esta historia?

- ¿Te has dado cuenta Ramón que su número es correlativo?

Con un gesto de la cabeza le dije que sí, luego me eché las manos a la cabeza para sujetar tanta información contenida en tan poco tiempo.

- Bien, tranquilicémonos, como dice Marianne. Vamos a dejar estas dos fichas aquí apartadas del resto y terminamos de buscar entre las pocas fichas que quedan ya. Para asegurarnos que no queda otro Serafín. ¿Te parece?.

Nuevamente asentí con la cabeza y nos pusimos en la faena de terminar de ver las pocas fichas que nos quedaban. Tardamos unos diez minutos más en terminar de revisar la totalidad.

Cuando terminamos, Gerard incrédulo y nervioso, se marchó a hacer la correspondiente fotocopia de la fichas. Yo me quedé, mientras tanto, colocando sobre la mesa, todas las fotocopias que ya teniamos de las fichas que habíamos encontrado y observando los datos de la parte frontal de la ficha. En pocos minutos daríamos la vuelta a aquellas fichas y sabríamos con certeza qué había sido de aquellos hombres…

Cuando regresó con las fotocopias y las fichas, le acompañaba Alain Duple. Este entró junto a Gerard y me preguntó:

- Me ha dicho Gerard que ya habéis terminado de revisar las fichas y vais a ver que ha sido de ellos… ¿os importa que esté con vosotros?

- Por supuesto, Alain. Encantados. Siéntate – le contesté.

Gerard me paso las dos fotocopias y las coloqué, junto con el resto, con cuidado sobre la mesa. Cinco nombres, cinco prisioneros, una sola historia…

Revisamos con cuidado todos los datos de la parte frontal buscando la lógica. No fue difícil de encontrar el nexo común entre aquellos hombres: sus números de prisioneros.

Optamos por colocarlos en orden y dejamos al único que no tenía número correlativo con el resto como el ultimo en colocar.

El resumen era el siguiente:

1º - “Francisco Feijoo Da Pinto – nacido el 29 de julio de 1.913 en Lisboa (Portugal) – profesión: Marino Mercante – destino: Unidad Servicios de Mantenimiento Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 88/759392 – Republicano Portugués.”

2º - “Marcelino Esteve Ruiz – nacido el 17 de noviembre de 1.906 en Calahorra (La Rioja) España – profesión: Ingeniero de Comunicaciones – destino: Unidad de Comunicaciones Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 88/759393 – Republicano Español.”

3º - “Jesús Rebollo Merodio – nacido el 3 de Mayo de 1.910 en Belmonte de San José (Teruel) España – profesión: Médico-Dentista – destino: Servicio Médico Natzweiler-Struthof. - Prisionero tatuado nº 88/759394 – Republicano Español”.

4º - “Samuel Llevia – Nacido el 18 de Abril de 1897 en Mechelen (Bélgica) – Profesión: Rabino/Sanitario – destino: Servicio Médico Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 88/759395 – Sefardí Español”.

5º - “Serafín Cifuentes Pigazos - nacido el 1 de febrero de 1.912 en Caravaca de la Cruz (Murcia) España – profesión: Abogado – destino: Unidad Servicios de Mantenimiento Natzweiler-Struthof - Prisionero tatuado nº 3813/157 – Republicano Español.”

Permanecimos los tres un momento observando las fichas. Miré el rostro de Gerard y éste me hizo un gesto afirmativo con la cabeza, diciéndome: “adelante”.

Hice girar las 5 fotocopias de las fichas a la vez, hasta dejar su parte trasera boca arriba.

Se hizo un silencio que nos envolvió a los tres… como si la sala súbitamente se hubiera quedado vacía de ideas e ilusiones.

Alain Duple fue quien rompió el gélido silencio, diciendo:

- ¡Dios mío!

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